El día después de Michael

Foto: Michael Robinson, entre sonriente y tronchante, como habitualmente, en la presentación de una temporada del programa ‘Informe Robinson’, de Movistar +.
- “Briliante pahtido, Cahlos”.
Algo así sería la transcripción de una frase que he escuchado cientos de veces. Y que ahora, tristemente, ya no volveré(mos) a oír.
Con el transcurrir de los años, he pasado de imitar su forma tan característica de hablar en español a intentar emular su forma de contar y respetar el deporte, su lado más humano. Como digo, lo he intentado, pero por ese lado era inimitable. Hablo de Michael Robinson, por supuesto. Un inglés con lengua de trapo que vino a España a jugar al fútbol, para después quedarse y enseñarnos nuevas formas de comunicar y contar historias, y una sola de afrontar la vida: con una sonrisa, incluso en el peor de los momentos, cuando el 17 de diciembre de 2018 le diagnosticaron el melanoma que se lo ha llevado.
“El cáncer puede que me mate, pero lo que no va a hacer es matarme todos los días”, manifestó.
Michael ha marcado a varias generaciones. A los que los vieron jugar en Liverpool y Osasuna, a los que lo vieron presentar El día después y a los que lo vieron comentar partidos junto a Carlos Martínez y dirigir Informe Robinson y Acento Robinson. Detrás de cada familiar, amigo, conocido, compañero y aficionado hay una carta de despedida. Incluso en aquellos que no parecían sus seguidores. En la mañana de su muerte, una persona ajena al mundo del deporte me dijo: “No me gusta el fútbol, pero me gustaba escucharlo a él”. Así se explica su grandeza. Sin darse cuenta, empezó a formar parte de nuestra cultura popular.
Cuando lo conocí en persona, tras una conferencia suya, en pocas palabras me transmitió que era el mismo ser admirable que el de la tele o la radio. Y no todos cumplen las expectativas, como sabrán. Personalmente, le tengo que agradecer que me haya servido de inspiración y el documental, para los españoles amantes del fútbol, de nuestras vidas: Cuando fuimos campeones, sobre la victoria de la Selección española en 2010. Sé de alguno que, como rito, se lo veía antes de cada examen. Para él parece que también supuso un antes y un después: “Mi españolidad la descubrí en la final del Mundial de Sudáfrica”. También recuerdo con especial cariño otros reportajes dedicados a Robert Enke, Rafa Nadal o a la leyenda de Tittyshev, por citar unos pocos. La lista es larga.
“Cuando llegué a España, yo solo decía hola, adiós, gracias, cerveza y contaba hasta cinco”, comentó con gracia y sentido del humor, dos señas de su identidad, en una entrevista. Sin embargo, a los 61 años se marcha contando por miles las muestras de cariño.
El vacío del día después de Michael Robinson será grande. Eso sí, su legado, más que briliante, como su característica voz, será prácticamente inolvidable y siempre estará ahí para recordárnoslo.